Anoche soñé despierta. Me aferré a ti; te abrazaba mientras sentía tu aroma envolviéndome por completo. Te tenía entre mis brazos, escuchaba los latidos de tu corazón, y mientras la calidez de tus manos que me rodeaban me embriagaba de tristeza, mis ojos se volvieron océanos y mi voz temblorosa te decía:

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—Te extraño, pero tenerte cerca me está matando y aún no estoy lista para partir. –Sin hacer un sólo ruido, te limitaste a abrazarme con más fuerza, como si intentaras unir cada uno de los pedazos rotos dentro de mí–. Te quiero como a nadie, pero estoy cansada de sentirme mal por ti, de que mi estado de ánimo dependa siempre del tuyo, de permanecer indefensa escondida en una esquina de esa prisión en la que me mantenías; estoy cansada de intentar salir de este lugar y siempre ser atrapada por ti al girar la llave.

 

Lloré hasta quedarme sin aire, hasta sentir que me ahogaba; hasta que mis oídos se apagaron y la fuerza de mis manos, que se aferraban a ti, se agotó. Grité, caí al piso, fui atendida por mamá que desesperada me preguntaba qué había ocurrido, pero solamente tiré de mi cabello con fuerza mientras gritaba la frase "regresa por favor", hasta que mi cuerpo no soportó más y se desvaneció.

 

Entonces escuché la puerta de la habitación, y desperté. Salí de ese trance que tenía tu rostro. En realidad, no te abrazaba, solamente era la almohada y un espacio enorme junto a mí en la cama. No había un sólo rastro de tu perfume. Únicamente fue un invento de mi mente que no termina de procesar que saliste corriendo, que para ti fui un objeto que vendiste para salvarte.

 

Y es que anoche soñé despierta. Me aferré a ti; te abrazaba mientras sentía tu aroma envolviéndome por completo. Te tenía entre mis brazos, escuchaba los latidos de tu corazón, y mientras la calidez de tus manos que me rodeaban me embriagaba de tristeza, mis ojos se volvieron océanos, y dejé de soñar justo a tiempo, justo antes de ser interfecta por la fuerza de tu abrazo que me quitaba la respiración, porque, de no haber sido un sueño, nunca hubiera podido contar la verdad y mi tinta estaría extinta.